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domingo, 16 de diciembre de 2018

Cómo relajar tu diafragma, el principal músculo de la respiración


El único músculo del cuerpo situado en horizontal desempeña varias funciones, además de ser indispensable para poder respirar


 Imagen: silviarita
La basílica de San Pedro (Ciudad del Vaticano), el Duomo (catedral) de Florencia (Italia) o Santa Sofía de Estambul (Turquía) albergan tres de las cúpulas más impresionantes del mundo. ¿Qué tienen que ver estas obras de arte arquitectónicas con el diafragma? La forma. Hoy explicamos cómo funciona y cómo cuidar de este gran músculo en forma de cúpula cuyo correcto funcionamiento depende de nuestra vida y que, como las anteriores bóvedas, es digno de admiración. Así que prepare la maleta, pues nos vamos de viaje al interior de nuestro cuerpo para conocerlo y aprender cosas sobre él.
Qué es el diafragma
El diafragma es el músculo que se extiende entre el tórax y el abdomen y que se encarga de la inspiración durante la respiración. Este músculo está anclado al esternón, las costillas y las vértebras lumbares, lo que hace que tenga mayor extensión por detrás que por delante. A diferencia de lo que ocurre en las cúpulas de las grandes catedrales, no tiene una forma fija, sino que se trata de una estructura móvil que sube y baja, convirtiéndose en el motor básico e indispensable de la respiración. Sin él, esta función no sería posible, aunque necesita de la participación coordinada y secuencial de otros músculos para realizarla de manera óptima. Además, toma parte en funciones tan importantes como la circulación sanguínea y linfática, la digestión, el parto y en el mantenimiento de la postura, entre otras.
En la respiración, el diafragma se contrae y desciende aumentando la capacidad del tórax, lo que facilita el llenado pulmonar durante la inspiración. Cuando se relaja, asciende, ayudando al vaciado. Se trata de un músculo que trabajará a lo largo de toda nuestra vida.
Problemas asociados al mal funcionamiento del diafragma
El ritmo respiratorio puede verse afectado por situaciones que produzcan miedo, estrés, tristeza... y todos aquellos factores que puedan alterar el ritmo cardiaco. Este incremento en el ritmo respiratorio puede ocasionar un exceso de tensión del diafragma y, por lo tanto, un bloqueo del mismo. Cuando nos sentimos alterados, el diafragma tiene que actuar como filtro para gestionar el aumento del ritmo cardiaco producido y contrarrestarlo con una respiración que permita liberar las tensiones.
El diafragma es el único músculo situado en horizontal de nuestro cuerpo. En él convergen diferentes cadenas musculares que pueden transmitirle su tensión perjudicando su estructura. Los síntomas que nos indican que se está produciendo un bloqueo diafragmático son, entre otros, sensación de ahogo, falta de apetito o vómitos, sensación de carga en la boca del estómago e, incluso, insomnio.
Si tenemos en cuenta que el diafragma participa en muchas de las funciones de nuestro cuerpo, es recomendable desbloquearlo y relajarlo cuando estemos en alguna de estas situaciones.
Cómo tratar los bloqueos del diafragma
Para relajar el diafragma lo mejor es acudir a un fisioterapeuta, si bien en casa podemos trabajar sobre él de diferentes maneras:
·         Automasaje. Túmbese boca arriba con las caderas y rodillas flexionadas y las plantas de los pies apoyadas sobre la superficie en la que está acostado. Coloque sus manos donde acaba el esternón (plexo solar) mientras respira profundamente. Para poder masajear mejor la zona, utilice una crema o aceite, si es posible de componentes relajantes.
Durante la espiración deslice sus manos, haciendo una presión firme con las yemas de sus dedos por todo el reborde costal. Cada mano recorre las costillas de su lado. Poco a poco vaya profundizando más; el diafragma se inserta por dentro de las costillas, por lo que tiene que terminar metiendo los dedos por su cara interna.
·         Movilización diafragmática en apnea. Una vez relajado hay que movilizar el diafragma. Para ello, en la misma posición ponga sus manos sobre su tripa y coja aire profundamente dirigiéndolo a esta zona; notará que sus manos se elevan. Manteniendo el aire dentro (apnea) mueva el diafragma subiendo y bajando el abdomen con lentitud.
Una vez movilizado el diafragma durante la inspiración, vamos a trabajarlo en la espiración. Para ello, manteniendo la posición del ejercicio anterior, suelte todo el aire y, sin coger (apnea), mueva el diafragma subiendo y bajando el abdomen, igual que antes.
Al principio puede ser un ejercicio costoso, pero verá que poco a poco podrá ir aumentando el número de movimientos realzados por su diafragma.
·         Resistidos. Una vez se tengan dominados los ejercicios anteriores, podemos fortalecer la musculatura respiratoria. Para ello, tumbado boca arriba, coloque sus manos en el abdomen. Coja aire mientras que sus manos hacen fuerza para intentar impedir la expansión abdominal. Durante la espiración sí acompañan el movimiento.
Con sus manos sobre las costillas haga respiraciones costales, elevándolas y dejando el abdomen quieto, mientras sus manos ejercen presión para impedir su apertura. En la espiración también acompañan el movimiento. Tenga mucha precaución con la resistencia que aplica en ambos casos para no hacerse daño.
Si necesita más información sobre cómo relajar su diafragma, puede contactar con nuestros educadores enviando un correo electrónico a cuentanos@lovexair.com.

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jueves, 6 de diciembre de 2018

10 pasos para que lo que piensen los demás le traiga sin cuidado (ahora y para siempre)

A quién le importa lo que usted haga

a quien le importa
La razón por la que cantamos con garra y a voz en grito lo de “A quién le importa lo que yo haga, a quién le importa lo que yo diga” es que, oh, sorpresa: sí que nos importa. Y mucho. “El ser humano es social y eso le lleva a establecer lazos entre sus iguales y a mostrarse especialmente sensible en lo relativo a querer agradar a los que le rodean”, explica la doctora Natalia Sylvia Ramos, profesora de la Universidad de Málaga y coautora del libro Practica la inteligencia emocional. El problema, sin embargo, aparece cuando el juicio de los demás determina en exceso nuestra conducta.

Eso es lo que sucede en los clásicos experimentos de conformidad con el grupo de Solomon Asch. Los mismos consistían en preguntar a varios estudiantes por la longitud de unas líneas dibujadas en tarjetas: ¿Cuál era más larga? ¿Y más corta? Todos los alumnos, excepto uno, eran cómplices de Asch, y su trabajo era confundir al sujeto ofreciendo respuestas claramente incorrectas. El resultado: en el 36,8% de las ocasiones, el individuo objeto de estudio coincidía con las respuestas de sus compañeros, pese a ver con claridad que estas eran equivocadas.
Parece un comportamiento improbable, pero todos lo hemos experimentado más veces de las que nos atrevemos a confesar. “Las personas que se preocupan en exceso por lo que piensan los demás son, probablemente, ego dependientes que tienden a evaluar sus logros en función del reconocimiento externo. Suelen manifestar ansiedad o alta sensibilidad ante el juicio ajeno, y poseen alto temor al rechazo”, explica la psicóloga. Además, “suelen estar más centrados en el resultado que en el proceso durante la ejecución de actividades”, añade. El ejemplo más típico: ese escritor en ciernes que deja de escribir —pese a que le encanta— por miedo a que rechacen su obra.
¿Le ha sucedido? ¿Ha dejado de hacer algo por temor al qué dirán? En ese caso, atención a los consejos del psicólogo Jaime Burque, autor del blog de cine y coaching Filmoterapia.
1. Tenga muy claro que es usted quien crea sus emociones, nadie más.
El daño no está en las palabras que usen contra nosotros (por ejemplo: “No vales nada”), sino en cómo las interpretemos.
2. La razón de que lo desaprueben está muchas veces en la otra persona, no en usted.
“Cuando alguien reacciona negativamente hacia usted, normalmente es porque se siente inseguro, cansado, estresado, está pensando irracionalmente, hubo un problema de comunicación o está lanzándole emociones negativas que nada tienen que ver con lo que usted hizo”, explica el experto.
3. Aprenda a enfocar la crítica de una manera objetiva y constructiva.
"Y tenga en cuenta que el conflicto puede ser maravilloso”. Es complicado, es verdad, pero intente separar los sentimientos de ese juicio que le ha hecho un compañero de trabajo. ¿Puede aprender algo de ello? Además, quizá el encontronazo sirva para “reequlibrar la relación, mejorar la comunicación, poner límites o llegar a nuevas ideas”.
4. Esfuércese en hacer lo que usted quiere, en lugar de lo que los demás piensan que tiene que hacer
Burque aconseja que, cuando tengamos que tomar una decisión, nos preguntemos: “¿Qué es lo que necesito? ¿Y lo que quiero? ¿Cuáles son mis metas? ¿Tengo algún miedo o inseguridad que me esté distorsionando? ¿Me influyen demasiado los deseos de los demás?”.
5. Trabaje su autoestima y su asertividad.
“Una de las mayores causas de la necesidad de aprobación es una autoestima baja (y a la inversa: la necesidad de aprobación disminuye la autoestima)”, avisa el experto. Si tenemos una buena opinión de nosotros mismos y aprendemos a decir “no” y a poner límites, no nos dañará tanto la desaprobación del resto.
6. Sea consciente de las emociones asociadas con la necesidad excesiva de aprobación.
Al castigarnos recordando una y otra vez la vergüenza que sentimos cuando nos dijeron algo negativo, solo conseguimos reavivar ese sentimiento y evitar que desaparezca. Tampoco parece sensato, según Burque, imaginar de antemano que vamos a ser rechazados. Para evitar ambas situaciones, el profesional recomienda practicar meditación, pues “nos entrena a vivir nuestro presente”.
7. Comprenda que no se puede agradar a todo el mundo.
El rechazo siempre llega en algún momento; por lo tanto, necesitar la aprobación de los demás “es algo bastante irracional e inefectivo, y nos volverá personas constantemente reactivas”.
8. Recuerde que la crítica a una idea o un comportamiento no es un rechazo a su persona.
A lo mejor le han dicho que sus gustos en cine son pésimos: mantenga el rechazo dentro de ese campo. Nadie ha dicho que usted sea pésimo.
9. Usted es quien mejor puede opinar sobre usted mismo.
“Nadie nos conoce como nosotros mismos; si alguien tiene la mayor cantidad de información para opinar sobre usted, es usted mismo. Las personas con necesidad de aprobación creen más en las opiniones exteriores que en las suyas propias”, apunta Burque. Pero, dado que les falta información, los demás pueden formarse juicios equivocados.
10. Trabaje las creencias perfeccionistas de que su valor como persona está determinado por el logro
No pierda de vista que, cuando intentamos ser perfectos a toda costa, cada crítica se vive como un fracaso personal.
Para terminar, Burque nos ofrece una máxima: “Suele tener más aprobación quien no la busca ni la necesita, pues suele gustar más lo auténtico (aunque no coincida con nuestras opiniones) que lo sumiso y entregado”. Por lo tanto, la receta, aunque manida, es aparentemente sencilla: “Sea usted mismo”.
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