Danilo Hernández (Swami Digambarananda) nos explica en este artículo por qué nuestra estabilidad mental suele ser interminente y superficial, y cómo lograr que el equilibrio se convierta en nuestra naturaleza habitual gracias al vivir consciente de cada momento de la existencia.
Es posible que mientras inicias esta lectura estés cómodamente
sentado disfrutando un estado de cierta tranquilidad. Pero quizás sea
una tranquilidad muy frágil… Imagina que ahora mismo te comentase una
mala noticia o un suceso violento y desagradable. En tal caso es
probable que tu tranquilidad se esfumara de inmediato y comenzaras a
sentirte incómodo y tenso. Esto indicaría que tu estabilidad mental es
más bien superficial y que está a merced de cualquier acontecimiento que
se presente. ¿Por qué sucede esto?
Sucede porque no hay un estado suficiente de alerta y la mente se identifica con el suceso,
provocando una respuesta emocional de incomodidad y tensión. Y esto
suele sucedernos muy habitualmente, con independencia de que
practiquemos Hatha Yoga, meditación, o cualquier otra técnica.
Todas las prácticas que solemos realizar son muy beneficiosas y nos
ayudan a encauzar nuestra vida de un modo armonioso y positivo. Las
posturas de yoga, el pranayama, la relajación, la meditación, el kirtan,
el Karma Yoga, etc., nos aportan salud y equilibrio. Pero este
equilibrio con frecuencia tiene una duración breve y se puede alterar a
la primera de cambio. Para que el equilibrio se convierta en nuestra
naturaleza habitual y deje de ser un estado intermitente que depende de
los acontecimientos, es necesario que nuestra práctica deje de ser una
simple práctica y se transforme en un estilo de vida. Ello conlleva un profundo desarrollo de la atención en todos los momentos de nuestra existencia. Un vivir conscientemente de instante en instante.
El ser humano está dormido
Las escuelas del autoconocimiento y del desarrollo del potencial
humano consideran que el hombre común y corriente está dormido. Padece
una actividad mental caótica y sin rumbo. Está habitualmente perdido en
largas divagaciones, consumido por un diálogo interno que muchas veces
es obsesivo y no tiene sentido. Vive inmerso en historias de
pensamientos mecánicos, en un estado de distracción casi continua que
además suele ser la primera causa de todo tipo de accidentes. De hecho,
toma consciencia de lo distraído que vive solo cuando esta a punto de
sufrir un accidente que le puede costar muy caro.
Este estado de ausencia de atención, en el que prevalece la inercia
de los pensamientos involuntarios y no dirigidos, tiene enormes y
devastadoras consecuencias. Por una parte está el olvido de sí mismo.
El individuo no se da cuenta de que él existe mientras vive, piensa o
actúa. Ha perdido la conexión con su centro, con su esencia, con su Ser.
Por otro lado, la repercusión de los pensamientos negativos pasa una
gran factura a su salud física y mental.
La raíz de la “enfermedad” está en la mente
Buda y Patanjali coinciden en el
diagnóstico sobre la “enfermedad” del ser humano. El problema no radica
en el cuerpo, aunque este sea el recipiente donde generalmente se
manifiestan las dolencias y sus síntomas; la raíz del problema está en
la mente. En concreto, en los patrones mentales reactivos de “apego-aversión” (raga-dwesha) y en las fluctuaciones incontroladas de los pensamientos que generan un tremendo caos mental.
Las investigaciones médicas y científicas han verificado lo que en la
ciencia del Yoga se sabe desde hace milenios. El enemigo más temible
para el organismo no son los microbios, ni las bacterias, ni los virus,
sino los patrones de reacción mental y los pensamientos negativos.
El pensamiento es una función natural y esencial en la vida del ser
humano. La capacidad de pensar es un bien inestimable que nos diferencia
de otras especies y nos ha permitido evolucionar y transformar el
mundo. Es obvio que necesitamos pensar, especialmente cuando ello nos
sirve para interactuar en la vida, relacionarnos con el presente o hacer
previsiones de futuro. Pero hay muchísimas ocasiones en las que el
pensamiento se convierte en una inercia mecánica y turbulenta que nos
desconecta de la realidad y nos predispone a estados de ansiedad,
preocupación, miedo y todo tipo de emociones negativas. En consecuencia
nos desequilibra y nos precipita hacia el sufrimiento.
El cerebro es el ordenador que dirige al conjunto del organismo.
Trabaja sin cesar durante toda nuestra vida regulando cada una de las
funciones del metabolismo y su equilibrio químico. La ciencia ha
descubierto que cada vez que tenemos un pensamiento el cerebro produce
unas sustancias llamadas neuropéptidos y lo que sentimos y
experimentamos es la producción y asimilación de dichas sustancias.
Las células del sistema inmunológico que se encargan de defender al
organismo de las bacterias, virus, gérmenes y en definitiva de toda
enfermedad, tienen un punto concreto de carga que recibe a los
neuropéptidos. De este modo el sistema inmunológico percibe nuestros
pensamientos y reacciona a nuestro diálogo interno.
La respuesta del sistema inmunológico a los elementos patógenos puede
debilitarse o incluso dejar de funcionar por causa de dichas
sustancias. Es evidente que lo que pensamos tiene consecuencias y que la respuesta del sistema inmunológico está condicionada por los pensamientos.
El pensamiento positivo potencia el funcionamiento del sistema
inmunitario y el pensamiento negativo lo debilita. Ahora podemos
entender que la raíz de muchas dolencias, desequilibrios y enfermedades
está en una forma de pensar que altera y entorpece el trabajo del
sistema inmunológico.
Desde esta perspectiva, podría dar la impresión de que el pensamiento
es el “malo de la película”. En absoluto. En realidad, el problema en
sí no son los pensamientos sino la relación que establecemos con ellos,
la identificación y consiguiente reacción. Una
relación neurótica en la que el pensador es cazado por el pensamiento,
se identifica con él y es arrastrado, olvidando que su verdadera
identidad es independiente y diferente del fluir efímero de dichos
pensamientos.
Consciencia Testigo, eje de la Meditación y la Transformación
La mejor forma de liberarnos del efecto negativo que tienen en
nuestra salud física y mental los pensamientos involuntarios o
espontáneos y el diálogo interno es lo que en el Yoga se define como el
desarrollo de la “Consciencia Testigo”. Una actitud de aceptación y observación imparcial ante nuestras emociones, pensamientos y sensaciones.
Tal actitud nos permite ser conscientes de que no somos esos eventos
pasajeros y de la independencia que existe entre nuestro Ser o Yo
profundo y lo que sucede en nuestra periferia. De este modo no nos
afectan ni contaminan los acontecimientos internos o externos. Conservamos la libertad y la espontaneidad.
Dejamos de reaccionar mecánicamente y nuestra respuesta a todas las
situaciones de la vida se convierte en plena acción consciente.
De entre todos los recursos que disponemos para potenciar y
actualizar la Consciencia Testigo, destaca el método de meditación del “Silencio Interior” (Antar Mouna) que nos ha legado nuestro maestro Swami Satyananda.
Con su ayuda podemos entrenar la atención y permanecer como un testigo
-no implicado- de la actividad espontánea de nuestra mente. Cuando nos
sentamos a meditar estamos en una situación privilegiada para
desarrollar la Consciencia Testigo y desactivar los condicionamientos de
la mente. No obstante, no hay que olvidar que cuando termina la sentada, la actitud meditativa debe continuar.
Hay que seguir establecido en la Consciecia Testigo en medio de las
situaciones del vivir cotidiano. Es así como la práctica meditativa deja
de ser una simple práctica y se transforma en un estilo de vida. Es así
como la meditación se expresa en la acción y fructifica la sadhana
(práctica personal).
Están muy bien todas las prácticas que realizamos, las terapias que
nos aplicamos, los seminarios en que participamos, los textos que
estudiamos, los profesores que frecuentamos. Todo ello es una gran ayuda
y nos proporciona salud, equilibrio, crecimiento y el despertar a la
dimensión profunda de la existencia. Pero en muchos casos se queda solo
en destellos de despertar. En cuanto baja la alerta y
este es un viejo hábito muy arraigado, vuelven la mecanicidad, los
patrones de comportamiento condicionado y la avalancha de pensamientos
con los que nos identificamos y a los que reaccionamos
inconscientemente.
En cierto sentido, da lo mismo donde vivamos, da lo mismo lo que
hagamos, las terapias que realicemos, las técnicas que practiquemos.
Todo ello está muy bien, pero mientras no tengamos la firme determinación de ser conscientes en todo momento de nuestro diálogo interno, nuestro pensamiento
involuntario, seguiremos sumidos en el sueño. El diálogo interno nos
suele acompañar durante todo el día y es mas constante en nuestra vida
que cualquier actitud, práctica o método que realicemos.
El despertar y la transformación profunda sólo suceden cuando
actualizamos la Consciencia Testigo y nos desidentificamos y
deshinotizamos del mecánico diálogo interno. Llevar a cabo este
despertar no es solo cuestión de practicar técnicas sino de cultivar una actitud de alerta que impregne toda nuestra vida.
Las técnicas nos ayudarán mucho, nos ayudarán a ir poco a poco, para
finalmente establecernos en la actitud de ser consciente en todo
momento.
La meditación en la vida cotidiana
Pero mientras en el día a día no seamos conscientes del diálogo
interno, las olas del océano mental seguirán dándonos revolcones,
arrastrándonos y generando venenos que intoxican el conjunto de nuestro
cuerpo-mente. Sólo tomando consciencia del diálogo interno podemos liberarnos de él.
Entonces dejamos de ser zarandeados por su oleaje y podemos navegar en
la dirección adecuada. Éste es un proceso que comienza con la atención o
autoobservación, madura con la meditación y nos conduce hacia la
autorealización.
La Consciencia Testigo es un proceso de “guante blanco”. No requiere
actuar ni es un trabajo. No hay que suprimir ni alimentar nada. Es un
no-hacer, no intervenir, no involucrarse. Es un puro observar
desde la aceptación que nos libera de los condicionamientos mentales y
nos permite ver las cosas tal como son y comprender la naturaleza
profunda de todo fenómeno. La Consciencia Testigo sintetiza los
factores esenciales que caracterizan la sadhana del Yoga Clásico o Yoga
de Patanjali: “práctica constante” (Abhyasa) y “no-apego,
desidentificación” (Vairagya).
Cada momento y situación de la vida cotidiana es una invitación a
vivir conscientemente, a desarrollar la Consciencia Testigo. Podemos
observar el cuerpo mientras caminamos, podemos observar nuestra
respiración mientras estamos en el autobús, podemos ser conscientes de
nuestros pensamientos mientras hablamos, trabajamos, en todo momento… ¿A
qué esperamos?… Es cuestión de determinación, de acordarnos y de
perseverar…
¡ Adelante !
Swami Digambarananda (Danilo Hernández). Reconocido
como Maestro de Yoga (Yogacharya) en 1993 por el International Yoga
Fellowship Movement y la Bihar School of Yoga de Munger, India. Fundador
de “Bindu” Escuela de Yoga de Chamartín en Madrid, 2.002. Autor del
libro Claves del Yoga. Teoría y Práctica, editorial La Liebre
de Marzo, donde se sintetizan y ordenan las enseñanzas del Yoga con un
estilo claro y narrativo. Dirige regularmente cursos de yoga en otras
ciudades españolas y en Sudamérica.
Fuente
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